viernes, 12 de enero de 2018

En el punto de mira

¡Hola! ¿Qué tal llevas el comienzo de este 2018? Espero que estés feliz tras haber cruzado la barrera psicológica de un nuevo año, lo que para muchos supone la oportunidad de seguir compartiendo  nuestro tiempo con los nuestros. Es una idea muy común eso de desearnos en estas fechas: "Que nos sigamos viendo un año más... " y también al despedirnos nos decimos: " Me alegra haberte visto" o incluso "¡Hasta otra vista...!" Para una parte importante de la población el ojo es el órgano que más usamos a la hora de reconocernos y es valiosísimo el hecho de poder contar con un sentido de la vista sano para desenvolvernos en nuestra vida diaria.

Todo entra por el ojo -decimos al referirnos a temas tan variados como los escaparates de los negocios,  la presentación de un plato de cocina,  la limpieza y el orden de unos apuntes o la estética de una persona que puede causarnos una determinada primera impresión a raíz de su apariencia física. ¿Y qué decir de las fotos y vídeos que compartimos a través de redes sociales? Hoy más que nunca parecemos estar expuestos al ojo público y eso es algo que intentamos llevar de la mejor manera posible, aunque en ocasiones alguien pueda sentirse un poco espiado y puedan darse ciertos momentos de incomodidad, pero no únicamente debido a este tipo de imágenes, ya que en toda época el ser humano ha tenido tendencia a preocuparse por su imagen pública o lo que se suele llamar el qué dirán...

Aunque algunos que persiguen la fama digan que más vale que hablen de uno, aunque sea mal, en general a todos nos gusta que nos contemplen con cariño y que nos apoyen, o al menos que no nos miren de modo hostil. Muchos de los miedos patólogicos que sentimos de adultos provienen de la infancia, probablemente por ser este un periodo en el que somos más vulnerables, tanto física como psicológicamente, ya que no podríamos haber sobrevivido sin la ayuda de un adulto y por no estar preparados para encajar o rebatir las críticas razonables o irracionales que a veces envía el entorno. La forma en que hemos aprendido a auto-observarnos condiciona nuestra autoestima y se forja bajo la influencia de la mirada de quien nos rodea, sobre todo en este periodo de infancia-juventud, aunque las ideas que entonces surgen no sean inamovibles, pero sí difíciles de borrar...

Estar en el punto de mira no suele ser fácil. Muchos conocemos la trayectoria de algún niño famoso, en el ámbito de la música por ejemplo, que acaba harto de la sobreexposición a los medios y decide abandonar la escena pública. También ocurre con niños superdotados que acaban fracasando de mayores, quizá porque se bloquean emocionalmente y reniegan de todo aquello que les recuerda haber sido personas muy brillantes o destacadas entre los demás, dada su sensibilidad e inteligencia, que les permite absorber con gran rapidez mucho conocimiento, pero que también les hace percibir la sensación de parecer diferente al resto y en ocasiones la hostilidad de un ambiente que no sabe acoger esas aparentes diferencias, por ignorancia, prejuicio o incluso por envidia.


Es entonces cuando hace su aparición el miedo a llamar la atención, pánico escénico, miedo a triunfar, sí, miedo a triunfar, que quizá sea la otra cara de la moneda del miedo a fracasar, del miedo a no poder estar todo el tiempo a la altura,  a no poder cumplir con las supuestas expectativas de perfección por parte del resto del mundo,  a decepcionar y a no ser querido por ser quién eres sino por las cosas que haces, en parte parte para agradar a otros, lo que al final acaba alejándote de tu propia esencia y  de lo que realmente quieres hacer con tu vida...

Es muy importante aprender  a acoger la diferencia. Hay personas que parecen más raras que otras, pero al final, ¿quién no es raro? ¿quién no es un poco diferente al resto? Realmente somos únicos y no es de extrañar que así se manifieste en nuestras habilidades, capacidades, aspecto físico, creencias, ideologías, etc...


Llega un momento en la vida en que uno se harta del miedo sin sentido, sin un para qué que valga la pena... Si conoces a alguien víctima de acoso o si tú mism@ alguna vez te has sentido como objetivo de críticas y víctima de presiones, insultos o mal trato de algún tipo, espero que sepas pedir ayuda si esta situación persiste en la actualidad y que sepas superar este tipo de situaciones, pasadas o presentes, sobre todo dándote permiso para quererte y protegerte, para hacer las paces con tu fragilidad y vulnerabilidad y para decirte a ti mismo que no estás sol@, que no tienes la culpa de los que otros digan o hagan y que estás bien como estás... Prueba cogiendo una fotografía, a ser posible de un momento en el que te sintieras especialmente frágil y dedícate una canción que te haga sentir acompañado. Prométete a ti mismo que nunca te abandonarás y que nunca permitirás que nunca más nadie calle tu verdad...  Quizás así puedas abrirte de nuevo al cariño que también estuvo allí aunque entonces no te dieras cuenta y que sigue esperándote a que te atrevas a alzar los ojos a quien te mira con simpatía y quiere conocerte y darte todo lo bueno que tu merecías y mereces...


Y a las personas que todavía encuentran gracioso meterse con la silueta, la estatura, la dentadura, las gafas, las orejas, la nariz, el color,¡la diversidad funcional o discapacidad😱!  o cualquier otra cosa que suponga una diferencia; solo recomendarles que dejen de estar en medio como el jueves y no sean un obstáculo, especialmente en el crecimiento y desarrollo de niños y jóvenes. Puede que si un día prueban de su propia medicina y son puestos en el punto de mira no encuentren tan gracioso ser señalados. La libertad de expresión puede parecer algo muy legítimo y en la onda, pero si no respeta la dignidad de las personas, especialmente de las más jóvenes o vulnerables, quizá no sea oportuna, sobre todo si ayuda a difundir valores y actitudes superficiales y burlescas que nada tienen que ver con la esencia verdadera de las personas y que pueden estar en la base de conductas como el acoso o el maltrato . Sobra decir que la libertad es para todos, y que cuando alguien abusa de su libertad de expresión debe ser consecuente cuando se encuentre con que los demás expresan libremente su desaprobación y su falta de apoyo y aplauso a determinadas gracietas que quizá no hagan reír a nadie. En esto, lo más recomendado a aquellos que quieran hacer reír a los demás es que aprendan a hacer comedia a partir de sí mismos sin reírse de nadie en este camino... y menos de personas que están en los inicios de su andadura vital o profesional, o que encuentran mayores obstáculos por su forma de percibir el entorno.

 Aún así,  mientras la sociedad aprende a ser un poco más sensible y cuidadosa con los futuros hombres y mujeres del mañana, tampoco podemos ser marionetas que dependan del juicio de cualquiera. Si uno quiere saber el valor de una joya, no debe acudir a cualquier mercachifle, sino a un experto joyero. Nosotros a veces somos como diamantes en bruto y pretendemos saber nuestro valor mirando nuestro reflejo en charcos llenos de lodo y cieno, que no son ni mucho menos el mejor espejo para llegar a saber quiénes somos. El tiempo suele ser el mejor juez y el que acabará poniendo todo en su lugar...

Mantengo la esperanza de que si en colegios de integración, los niños aprenden a convivir con la diferencia y respetan a las personas sea cual sea su condición, también está en manos de los adultos poder hacerlo. La pena es cuando los niños saben dar mejor ejemplo que algunos adultos...

Aún así, lo más importante es no detenerse, enamorarse de la vida, aunque a veces duela, como dice la canción, abrazarse a ella y comprender el dolor sin dejar de caminar y de cantar... Amig@, ¡que sigas cantándole a la vida!



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Evaristo ƉGabriel