domingo, 22 de septiembre de 2019

¿Dónde te gustaría vivir?

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Estamos tan acostumbrados a indicar que vivimos en la dirección que aparece en nuestro documento de identidad que a veces no reparamos lo suficiente en que antes de que existieran los edificios, las calles, los municipios o el padrón municipal de habitantes estaban  los prados, los bosques, las montañas, los ríos, el sol y la luna, el viento, el sonido de los pájaros... todos estos elementos naturales ante los cuales los antiguos se detenían, maravillaban y observaban  apreciando su grandeza y magnificencia, propia de auténticas obras de arte o de las más bellas de las canciones. Nos hemos acostumbrado a producir artefactos, fabricar, construir y también a destruir... Quizá hayamos llegado a la conclusión de que podemos diseñar cualquier cosa y confeccionar un manual de instrucciones para que todo funcione a nuestra medida, según nuestras leyes y deseos, sin darnos cuenta de que ya existía un orden y unas leyes naturales y un modo de ser y funcionar las cosas antes de que nos diera por jugar a ser dioses y dejáramos de asombrarnos con la poderosa belleza de todo lo que no había sido creado por la mano del hombre...


Parece obvio e innecesario decir que vivimos en el planeta Tierra, una enorme esfera en mitad del espacio que reúne unas condiciones especiales que le han permitido tener agua líquida, oxígeno, atmósfera, temperatura y otras cualidades idóneas para permitir que surja el frágil y valioso milagro de la vida. Toda una rareza en mitad de la inmensidad que es en sí misma una maravilla y que a veces podría dar la impresión de ser un ente vivo en si mismo, que se regula, se protege y se duele, daña y enferma. Aparte del valor que tiene por su singular existencia... el hecho que nos concierne directamente es que no tenemos otra casa donde habitar. Y lo que sucede en un rincón del mundo más tarde o más temprano acaba repercutiendo en el lugar más insospechado.


El peligro de no hacer nada para aliviar los efectos negativos de la presión que el hombre ha venido ejerciendo sobre la naturaleza ya lo habrás escuchado muchas veces: conflictos bélicos por las materias primas, alimentos, fuentes de energía y hasta por la droga, grandes movimientos migratorios derivados de problemas de abastecimiento de agua por sequías prolongadas o por lluvias torrenciales que erosionan el terreno y llenan de lodo los cauces de los ríos; problemas de abastecimiento de frutas y verduras por la disminución de insectos como las abejas que se enferman y mueren por los pesticidas, problemas respiratorios por el aire contaminado, problemas graves de salud por alimentos contaminados por partículas de plástico, en fin, no hablamos solo de la desaparición de ecosistemas o la extinción de especies, que ya es bastante triste, sino del riesgo de vivir angustiados por las tormentas y oleaje del mar, por la falta de comida y agua y por el envenenamiento de todo lo que nos rodea y que puede incluso terminar, sobre todo en el caso del uso de las cada vez más potentes y sofisticadas armas, en nuestra propia autodestrucción...




El fatalismo no sirve de mucho, tampoco una manipulación de nuestros temores que favorezca que los más humildes paguen con tasas e impuestos la lucha contra esa parte del cambio climático que se debe a los gases con efecto invernadero y a las consecuencias de haber generado en las ciudades grandes islas de calor que, por causa de la aglomeración de la actividad humana, por el asfalto y por los edificios, retienen un aire caliente que no se despeja del mismo modo que en el campo. Lo que hacen falta son soluciones y voluntad por parte de todos, que cada uno en su medida ponga de su parte. Más investigación para mejorar en el aprovechamiento de energías alternativas, como la energía solar, eólica, mareo-motriz, combustibles basados en la biomasa, que favorezcan un desarrollo sostenible y palíen los problemas de deforestación, incendios, desertización, erosión del suelo...

 Si nuestros montes cuentan con las raíces de árboles y arbustos que sujeten el suelo, nuestros ríos no se anegarán de de barro y lodo...

Si nuestros políticos legislan en contra de las malas prácticas de las industrias que se niegan a poner filtros efectivos en sus chimeneas, podemos neutralizar a aquellos que presumiblemente nos envenenan aprovechando la falta de vigilancia y control suficientes...😷

Si establecemos un buen sistema de energías alternativas podemos ser independientes energéticamente y desarrollar una civilización con futuro al margen de la posesión de una serie de recursos que algunos quieren solo para sí 🛢🛢🛢.


Pero el egoísmo y los viles intereses de unos cuantos tratan de acallar las ideas que nos traerían prosperidad y paz a todos, hasta el punto de que a las cosas se les da mucho más valor que a las personas, hasta el punto de fabricar pretextos para justificar guerras contra dictaduras que son más bien guerras por petróleo o gas, hasta el punto de querer acabar incluso con la vida de otro ser humano, un ser humano inocente...




En caso de seguir haciendo las cosas de la misma forma, seguiremos obteniendo los mismos resultados y caminando en la misma dirección quizá hasta nuestra propia extinción. Ni ricos ni pobres, ni humildes ni poderosos, ni los pueblos costeros ni los del interior serán ajenos a las consecuencias catastróficas que acarreará el calentamiento de nuestros mares. Quien siembra vientos recoge tempestades, dice el refrán. La cuestión es si seremos capaces de reaccionar antes de que sea demasiado tarde...

¿Dónde vivo y dónde me gustaría vivir; infierno o paraíso? ¿Qué más tiene que ocurrir para reaccionar? ¿Cuánto tiempo nos queda? ¿Cuándo vamos a despertar?



Evaristo ÐGabriel