lunes, 8 de abril de 2024

Guerra y paz




Hooolaa! ¿Cómo estás? ¿Todo bien, amig@? Deseo que así sea, que la salud te esté acompañando y que no te falte el ánimo ni tampoco la tranquilidad, pues en general todos somos en el fondo gente de paz, ¿no es así? O quizá no siempre lo tengamos tan claro...

 

 

En la vida se dan circunstancias que parecen requerir de nosotros ciertas dosis de lucha y de espíritu combativo. La cuestión es... ¿por qué  y para qué luchas tú?

 


J.R.R. Tolkien, el autor en cuya obra se basan las sagas de películas de El Hobbit y El Señor de Los Anillos, fue un hombre que vivió durante las dos grandes guerras mundiales, participando militarmente en la primera de ellas y  todo esto supone una influencia que se refleja en sus libros de ficción y fantasía, los cuales contienen muchos paralelismos y símbolos que tratan sobre temas relacionados con el medioambiente, la ética y por supuesto los conflictos bélicos, algo que se desprende de frases memorables de sus personajes, como una del sabio mago Gandalf cuando, en la película "Un viaje inesperado", al entregarle a Bilbo una pequeña espada élfica, le habla sobre el verdadero coraje, que en las palabras pronunciadas por este personaje tiene que ver no tanto con " saber cuándo quitar una vida, sino saber cuándo perdonarla".  Gandalf también intenta mediar poco antes de la Batalla de los cinco ejércitos, también dentro de la historia de El Hobbit, para que Elfos, Enanos y Hombres sepan conjurar el peligro de un enemigo común que está a punto de amenazarles con un combate tan inesperado como letal. Ya en el Señor de los Anillos podemos ver otras frases célebres, como  el discurso de Aragorn, que trata de arengar a las tropas de los distintos reinos libres de hombres de la Tierra Media que aún no se han dejado doblegar por el control del señor oscuro. 



Todos tenemos dentro de nosotros un empuje, coraje de vivir o afán de supervivencia, que convive con una fuerza aparentemente menos activa, más tierna, relacionada con la voluntad de amar y dejarse querer, de confiar, recibir y agradecer aquello que la vida nos brinda y nos ofrece. A veces parecen fuerzas antagonistas, sobre todo cuando nuestra mente se desestabiliza y las ideas que ocupan nuestro pensamiento transforman nuestro instinto de supervivencia en algo que deja de ser natural y se convierte en violencia cuando vemos al otro con los ojos del enemigo y sobre todo cuando se nos olvida que la "gente" son personas como nosotros, no bichos ni masa. También nos puede pasar que convirtamos, más o menos conscientemente, nuestra supuesta ternura en dependencia excesiva; en una excusa para manipular, dar pena o posponer aquellas cosas que quizá desearíamos hacer pero no nos atrevemos por considerarlo inapropiado para nosotros o fuera de nuestro alcance, pero que no nos importaría que otros hicieran en nuestro lugar. El exceso de agresividad o la de falta de valentía para cumplir con los retos que nos corresponde encarar pueden ser fuente de conflictos e injusticias.  ¿Qué tiene más valor: la lucha o la esperanza, la fe o la razón, la inocencia o la madurez, la fortaleza o la sensibilidad, lo supuestamente masculino o lo  supuestamente femenino...? 

 


¿Por qué es importante responder a esta pregunta?  Porque si tu sensibilidad no hace las paces con tu fortaleza te será más difícil tener la paz suficiente para no juzgar de la peor de las maneras al que aparentemente es digno de ser considerado como "malo" y digno de castigo y tampoco tendrás el nivel de valor necesario para enfrentarte adecuadamente a la raíz de una opresión injusta. Si consigues abrazar con comprensión tus momentos de fragilidad y tus momentos de ira, esta comprensión te permitirá hacerte más fuerte con la experiencia y atemperar tu dolor y tu rencor. Si tú estás en paz contigo y aceptas tu lado "fuerte" y tu lado "débil" sabrás usar con mayor equilibrio aquello de lo que la naturaleza te ha dotado y que bien usado no tiene porque ser dañino ni para ti, ni para los demás. Aceptamos o rechazamos en otras personas, lo que hemos aprendido a aceptar o rechazar en nosotros mismos. El juicio que olvida al otro como ser humano, nunca puede ser un juicio justo. Hasta que no aprendamos a ver en nuestro interior nuestra dignidad humana, será complicado poder tratar con esta dignidad a las personas con las que hablamos o de las que opinamos cada día. Es difícil o raro que no haya conflictos entre padres e hijos, entre jefes y subordinados, entre hombres y mujeres, entre ideólogos o políticos de un signo o de otro... pero la lucha y los medios que empleamos en el combate del día a día, nos plantean si creemos que tenemos un corazón para amar y ser amados y si estamos dispuestos a hacer las cosas importantes unidos para bien de todos, con honor y sobre todo por amor. ¿Fácil? No lo parece para nada ni para nadie, pero ¿vale la pena... te compensa seguir  intentándolo, aunque sea solo por hoy... que es al fin y al cabo el único momento que posees? Solamente tú puedes responder a eso, tú decides...

 

 

 

Y hablando de luchas y de fuerzas que no siempre encuentran la forma de darse la mano, aún hoy seguimos viviendo tiempos complejos en los que encontramos división de opiniones sobre política, ciencia, salud, economía... En estos momentos de incertidumbre mando mucho ánimo a todos los que siguen sufriendo las secuelas, daños y consecuencias de aquella no tan lejana pero desoladora pandemia, en su salud o en su forma de vivir y de ganarse la vida. 

 

 


Quiero darle las gracias a todas las personas que me apoyan en lo que hago, especialmente con ocasión de los conciertos en los que tengo la ocasión de disfrutar en primera persona sobre el escenario de la bendita música, cuya patrona es Santa Cecilia, cuando he recibido felicitaciones públicas y privadas y ánimo para seguir luchando por dar a conocer ese lado sensible, aparentemente frágil o accesorio para algunos, que es la música, pero tan esencial para explicar  muchos momentos en mi vida, que me han conectado conmigo y con los demás. En esa supuesta "lucha", puedo decir que felizmente la ganadora ha sido ella; pues la música siempre ha salido a mi encuentro, desde que tengo uso de razón ha llenado mis días y mis noches, despierto y a veces también en sueños: las casualidades, los encuentros con acontecimientos y personas siempre me  llevan a encontrarme con ella y ella tiene la costumbre de ponerme en contacto con los demás. Gracias a todos por estar ahí, gracias a la música por sacar tanto de mí, mi parte más valiente y también la más tierna... y gracias a Dios y a la vida por permitirme tocar las emociones, viajar a mi interior y salir fuera de mí y unir mi mente con mi corazón, mi fragilidad con mi fortaleza, mi vida interior con mi vida social, mi lado terrenal con mi parte espiritual, mi razón con mi intuición, mi amargura y mi dulzura... La música es un instrumento de paz interior y exterior (ya conocerás el dicho de que la música amansa a las fieras)  y es la mejor receta para llenar de sabor todo lo que vives.  No te rindas, aunque a veces te parezca que te encuentras ante un cierre de telón o ante un adiós sin retorno, solo el tiempo te podrá desvelar  si no estás simplemente ante al final de un capítulo que acaba en un CONTINUARÁ... La historia sigue y el espectáculo continúa. Así que, ya sabes... nunca dejes de cantarle a la vida...

 

 

 

 

Evaristo ÐGabriel

 

 

 

 

 

 

 


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